Sí amigos míos sueño, aún poseo la bendición divina de poder soñar por encima de las vicisitudes y convulsiones, lo hago por Venezuela, por este país que hoy yace en medio de un torbellino de acontecimientos que demuestran la fragilidad de una sociedad fragmentada y todavía envenenada por aquella ponzoña que nos picó causando la calentura del odio que domina nuestra anatomía.
Sueño porque es un deber de todo hombre poder hacerlo, ya que gracias a este somos capaces de sacar fuerzas donde antes flaquezas solo abundaban, porque tan sólo de la imaginación podemos cosechar las ideas y acciones que más tarde serán la corona de laureles que adornaran los hechos que ejecutemos. Lo hago, sí con mucha fe en Dios, porque no existe otra forma de vivir.
Allí en el reino de Morfe, pero estando aún despierto, podemos soñar con aquella Venezuela que siempre hemos besado y acariciado pero que jamás hemos poseímos en verdad. Allí donde el reloj se detiene y la brisa sopla con devoción casi maternal es donde podemos unir todas las añoranzas de lo que no hemos conseguido con aquello que una vez fue y que aún no recuperamos.
Espero que alguna vez, Dios quiera que sea más temprano que tarde, podamos los venezolanos en unión andar por la senda del nacionalismo, recuperar la integridad nacional a plenitud, hacer mover la maquinaria agrícola, pecuaria, turística, industrial y comercial de la patria, lograr la meta de la edificación de una nación más humana y democrática, recuperar aquel sitio en América que nos merecemos por la gracia de la Providencia y por méritos propios como la primera de todas las naciones de habla hispana y del Caribe.
Pero no basta con soñar debemos trabajar para que esto sea más que una ilusión y se convierta en una realidad palpable y realizable; Venezuela necesita del concierto de todos sus hijos, el país merece que todos amemos nuestra tierra, esa que es mestiza, popular, humana, cálida y altiva, bravía como un joropo bien zapateo, devota como el galerón de bahía de pescador, esa que es jocosa como el golpe tocuyano, y melodiosa como la gaita zuliana, así es la Venezuela que debemos querer.
Sueño y seguiré soñando, pero en esa misma medida también invito a actuar, porque así como una generación lo doy todo por esta tierra, saliendo de sus casas para darnos la libertad, así como otra guerreó con las ideas para parir la democracia, de esa misma forma debe emerger otra generación para reivindicar el nacionalismo como el método socio-político para alcanzar el bienestar y la alegría social.
¡Vamos pues, soñemos y actuemos, esa es la consigna y el compromiso por Venezuela!, quedarnos dominados ante la desolación que arropa a la república es llanamente traición disfrazada de apatía, es simplemente conformidad con rostro de desamor y apátrida actitud; en pocas palabras quedarnos de brazos cruzados es perder el pudor y la humanidad, es ceder ante el desdén, es no poseer sangre en las venas.
José Dionisio Solórzano/ @jdsolorzano