«Venezuela, Cuba y Noruega: La Verdad de la Igualdad», por @nancyarellano

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Hace una semana escribí un artículo titulado “Sea serio… de una buena vez” en ella enumeré una serie de aspectos que considero básicos para operativizar nuestra economía nacional. En ellos hablé de IED (Inversión Extranjera Directa), de competitividad, de inversión y de supervisión.

Hablé de ejemplos –en términos comerciales de México y Chile- dado que son los países que han logrado “bandear” las respectivas crisis y crear, por los momentos, una estabilidad económica que, en términos objetivos, es deseable. Si bien es cierto que la igualdad social dista mucho de ser un logro puntual en México ( 0,470 en Índice de Gini), o en Chile (0,521) y encontramos que Venezuela tiene 0,390 o Argentina 0,375 tienen mejores índices; están otra serie de países estables como Reino Unido con 0,33 o Canadá con 0,321 es decir, con índices aún mejores de igualdad. A esto sumemos una Alemania con 0,290 o Noruega con 0,221. Mejores que Cuba que tiene 0,380 según el último índice reportado en 2002. Lo que quiero señalar es que siempre hay medidas o mediciones que pueden resultar arbitrarias o que pueden estar sujetas a discusión.

¿Es más igualitaria Alemania que Cuba? A juzgar por el Índice de Gini pareciera que sí. ¿Entonces cómo se explica eso bajo modelos ideológicos distintos? A mi parecer porque, más allá de las ideologías, las condiciones de respeto humano –ése que busca comprender al otro-, de derechos humanos y civiles, de derechos y deberes comerciales e industriales, están tan asidos por determinadas sociedades, que su disciplina para afrontar la idea de que el hombre es un ser creativo (por creador) y tiene necesidades más allá de las básicas y en las básicas, lleva a toda una superación de las afrentas ideológicas para abrirse a caminos real consustanciación con la esencia humana y social. El ser humano quiere lograr cosas, quiere hacer cosas, quiere tener cosas, quiere dar, quiere recibir, quiere armonía, paz, estabilidad…ser feliz como dicen muchos. Se trata de equilibrar el “yo” individual con el “nosotros” social. Pero si “yo” no tengo, difícilmente podamos “nosotros” compartir. Porque para compartir, algo hay que tener. Así sean ganas… no hablo de “tener” por objetos o cosas materiales, hablo de talentos, habilidades, curiosidades, aptitudes e incluso actitudes. Una nueva cultura es necesaria en ese sentido, una que permee a todos los estratos sociales y grupos políticos; que tome la racionalidad para entender al otro, y la emocionalidad para abrirse, no para juzgar sin pretender comprender.

Mucha gente tiende a demonizar términos que confunden; por ejemplo, el caso de competitividad que trata sobre la capacidad de satisfacer al consumidor con calidad y buenos precios. Es un mejoramiento continuo de las fases de producción para optimizar costos y ofrecer buenos servicios; esto no significa “explotar” a nadie. Debe significar mejorar la eficiencia de cada eslabón en la cadena para ello se requerirá mayor cualificación de cada persona; en muchos casos la tecnología permite reducir costos porque se produce con mejor tiempo, pero produce nuevas necesidades de personas que ocupen puestos especializados en esas tecnologías. Y esas personas capacitadas en ese “nuevo puesto” la remuneración es un factor importante. No se trata de “competencia desleal”, “monopolio”, “neoliberalismo” se trata de innovación, mejoramiento, superación y buscar ser el mejor en lo que sea que hagamos. Hesíodo (el poeta griego del S. VI aC) lo llamaba la “Eris” buena.

Otro de los temas que causa ruido es la IED; la inversión extranjera tampoco tiene por qué ser negativa, las condiciones las pone el Estado que acoja esa inversión. Lo que se necesita es ofrecer algunos estímulos; por ejemplo condiciones impositivas favorables, un clima legal estable, una posición geoestratégica que permita reducir costos de transporte, condiciones climáticas que mejoren costos de mantenimiento de maquinaria, un mercado apetecible o que el país sea un productor de materias primas, y que ofrezca mejores precios por volumen si la materia es procesada en territorio nacional. ¿Qué gana entonces el país huésped? Acelerar su producción, transferir tecnología de punta, ofrecer puestos de empleo a sus nacionales, mejorar sus indicadores macroeconómicos, su balanza de pagos, o incluso su entorno social cuando se exigen prácticas de responsabilidad social o estándares de calidad que van permeando a las empresas nacionales. ¿Casos? Brasil por ejemplo.

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En este sentido lo que pretendo, en medio de este difícil momento que vivimos como país, es que comprendamos que existen muchas metas comunes entre muchos grupos que creen que están enfrentados. La cultura político-económica debe abrirse y enseriarse; porque la realidad es interdependiente. Tan es así que la propia Cuba ha venido modificando su modelo a medida que tuvo relaciones con URSS, China y Venezuela…

¿Quién no quiere un país próspero, estable, productivo que sea ejemplo mundial? ¿No podemos tener un alto PIB, una moneda realmente fuerte, mejorar nuestro Índice de Gini por encima de Noruega (que es 0,221) y ostentar ser la puerta del desarrollo latinoamericano? Yo sigo creyendo que sí. Y así mismo creo que Cuba bien podría enfilarse en el mismo camino que la haga tan o más igual que Noruega o esa Venezuela estable que veo.

Por: Nancy Arellano / @nancyarellano

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