Ayer en cadena nacional el presidente le ratificó a sus bases que está realmente muy enfermo, que debe someterse a una nueva intervención en el mismo sitio donde ya antes lo operaron y que se vino de la isla, por unas horas, a decirle al entorno de su partido que se fueran acostumbrando a la idea de tener nuevo jefe en el proceso. Siempre he creído que la enfermedad es verdadera, de hecho me parece temerario y hasta infantil la leyenda urbana según la cual todo es un teatro calcado de las desapariciones de Fidel para descolocar a sus adversarios políticos. Toda la lógica y el análisis de la actuación de Chávez descartan esa hipótesis. El país debe prepararse para dos hechos sumamente relevantes: la desaparición física de Chávez, cosa que como cristiano nunca he deseado, o para que, ahora sí calcando a Fidel, se mantenga mandando a través de Nicolás Maduro, una vez pasado a retiro.
Varios elementos saltan a la vista después de la cadena de ayer. En primer lugar, el hecho de aparecer flanqueado por Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. Era evidente que la cara de Maduro reflejaba pánico, quizás porque tiene conciencia que muchos de los reunidos en ese salón o los miembros de su partido, serán sus enemigos en los próximos meses. Por su parte, en el rostro del Teniente Cabello se notaba una combinación de frustración y revancha ante la realidad de no ser el ungido por su jefe.
El mismo Chávez lo afirmó anoche, la razón principal de su regreso fue reunirse con el entorno que tiene poder en la revoluciónn no con las bases, para participarle una decisión previamente tomada en consulta con los hermanos Castro. Según expertos consultados, es poco probable que la nueva operación sea curativa. Comenzó el penoso proceso de ganar calidad de vida. Es por ello que vino a tomar decisiones rápidas, consiente, como debe estarlo a estas alturas, que el tiempo para es un recurso valioso y en extremo escaso.
Lo primero que debe afirmarse es que Chávez sigue moviendo las piezas políticas con tino. Él necesitaba ganar el 7O, para que no hubiera dudas sobre su liderazgo histórico. Para el desarrollo de su proyecto era clave su victoria a pesar de haber cometido una “estafa política” mediante la oferta engañosa de postularse para el cargo de presidente sabiendo que no podría ejercer y con la conciencia plena de las facturas que le pasaría la campaña. Luego tomó la decisión de quitarse de encima a los candidatos a gobernadores tipo Isea, Tareck William o Hugo Cabeza y los números indican, al margen de criticar el dedazo, que volvió a acertar.
La última decisión estratégica la hizo anoche, cuando anunció a Maduro como su sucesor. Los asesores cubanos, rusos, españoles y brasileros le habían recomendado que ante un avance mayor al esperado de la enfermedad, él debía nombrar, estando en plenitud de condiciones su sucesor. Además dicho nombramiento tendría que hacerlo en público y frente a los principales aspirantes. Ayer Chávez le hizo caso al consejo que le diera Lula hace mes y medio. Hugo designa al sucesor.
¿Qué implicaciones para el país tiene el nombramiento de Nicolás Maduro como sucesor? Lo primero que debe afirmarse es que al elegir al delfín de los Castro, el presidente está enviando el mensaje de que su verdadero proyecto es el comunismo castrista. Al margen de que suena anacrónico e inviable en estos tiempos, él siente que la alianza Chávez (Maduro) con los Castro, más el poder del petróleo le permitirá imponer en Venezuela un sistema muy parecido al de la isla. Por otro lado, pone de manifiesto el desprecio por todos los militares que lo acompañaron en la asonada del 4F. Cuando Chávez nombra a Maduro y no hace ni una sola mención a ningún compañero del 4F, dejando de lado a Diosdado, en la práctica acaba con el legado de la asonada. En su particular estilo sigue reescribiendo la historia, no ya de los gobiernos anteriores a él, sino de su propio proyecto político.
Una cosa es lo que piensa el burro y otra distinta el que lo arrea. En el ajedrez del proceso faltan todavía muchas piezas. Ayer el presidente recurrió al mayor de los dedazos, habrá que ver si los diferentes grupos que hacen vida en la revolución lo aceptarán.
Las consecuencias políticas para el país es que probablemente se convoque a elecciones en el corto plazo. Los aciertos y falencias de la campaña del 7 O todavía están presente en la memoria colectiva del país. La clase política en la cual confío, tiene que hacer las necesarias revisiones que desde mi perspectiva se sitúan en la ampliación de la alianza para incorporar sectores políticos, sociales y económicos, tanto nacionales como internacionales, que hasta ahora han venido acompañando el proceso. Es imprescindible conectarse comunicacionalmente con las clases más necesitadas para transmitir el mensaje de que la superación de la pobreza debe basarse en un modelo que apoye el emprendimiento privado y colectivo, donde las políticas sociales sean instrumentos de mejora de calidad de vida y no de chantaje político y donde el estado acompañe a los distintitos sectores y no los aplaste.
El 16 D quedará claro cuáles son los votos de la revolución y cuáles son los de Chávez. Maduro no ostenta el liderazgo de Chávez y eso debe ser tomado en consideración en la estrategia que se diseñe desde la oposición para impulsar el cambio político que el país requiere.
Por: Carlos Valero