El color del Sol es parte de lo que educa nuestra imaginación, una especie de marcador en el cielo que pauta cómo nos sentimos o hacia donde navega nuestra mente. El tradicional sol amarillo es la energía y la alegría, un gesto efusivo; el sol rojo es el cambio, el sacrificio y la muerte. Un sol azul podríamos pensar tiene cierta cualidad espiritual, una luz psíquica, glacial y etérea, como ocurre en la película Solaris de Tarkovsky –donde un estrella binaria con un sol azul expande la mente de un cosmonauta. El azul es aquello que se encuentra al límite del espectro visible y como tal puerta a lo invisible.
La luz del Sol, evidentemente, es blanca y solo se descompone al ser reflejada; es nuestra atmósfera, las partículas de aire con las que interactúan los fotones, la que hace que cuando miramos al Sol lo veamos de ciertos colores, generalmente blanco y amarillo, y naranja y rojo en el atardecer. Sin embargo, en algunas ocasiones podemos ver el sol azul en la Tierra, como ocurre en Marte.
El azul de la luz del sol es dispersado por las moléculas de nitrógeno y oxígeno de nuestra atmósfera, acortando su longitud de onda, y haciendo que el cielo cobre su característico color “azul celeste” (el color de los sueños). Al filtrarse la luz azul de los rayos de sol el color que queda es el amarillo, por lo que cuando miramos al Sol vemos su disco amarillo. Claro que todo esto es una ilusión–el mundo del color– solo existe la luz blanca y la percepción.
En Marte, donde tenemos atardeceres de soles azules, la atmósfera es casi inexistente por lo que poco dispersa la luz. La poca atmósfera levanta mucho polvo, el cual, al ser más grande que las partículas de aire, dispersa luz a mayores longitudes de onda, por esto el rojo es el que se filtra y no el azul.
En la Tierra, en algunas ocasiones cuando hay incendios o un volcán escupe fuego, hay suficiente polvo en el aire para dispersar la luz de forma que los paisajes se asemejan a los de Marte. Como el polvo dispersa toda la luz roja, la luz azul que “baja” del sol es la única luz que puede verse claramente.
Algunos soles azules han causado gran alarma alrededor del mundo. Se dice que en 1831 la rebelión de esclavos encabezada por Nat Turner en Virginia fue detonada por la visión de un sol azul, el cual fue tomado como señal. Científicos debaten si este fenómeno fue causado por la erupción del Monte Helena o por fuegos salvajes en los alrededores.
Los indios Hopi tienen una profecía en la que la visión de una estrella azul en los cielos marcaría el nacimiento del quinto mundo, un mundo depurado.
De cualquier forma y quizás por esta envolvente mitopoética, la atracción del sol azul permanece en la mente, como una perla llameante entre los ojos que solo por momentos podemos vislumbrar.