El calabozo de la libertad: «El reino de la mentira» por Gustavo Azocar Alcalá

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gustavo azocarLa mentira y el ocultamiento se han convertido en costumbre en este gobierno.  Estamos en presencia de un gobierno que no solamente se acostumbró a mentir descaradamente, sino lo que es peor: un gobierno
al que le encanta ocultar la información. La revolución se muerde la cola. Los revolucionarios llegaron al poder cuestionando a los gobiernos de la mal llamada cuarta república, acusándolos de malos manejos  administrativos, corrupción, violación a los derechos humanos y toda clase de tropelías.

Pero uno revisa los periódicos y las revistas durante estos últimos 14 años y encontrará una lista enorme de casos de corrupción que nunca han sido investigados. Accidentes que jamás fueron sustanciados. Muertes que nunca jamás serán esclarecidas y acontecimientos que  conmocionaron a la opinión pública y de los cuales jamás se ha ofrecido una conclusión convincente.
En cada despacho gubernamental lo que reina es el ocultamiento y la mentira. Mentir se ha hecho costumbre. Miente el Presidente. Mienten los ministros. Mienten los viceministros. Y por supuesto, mienten también los funcionarios de segunda, tercera y cuarta categoría, que no ven razones para no mentir, porque esa pareciera ser la orden emanada desde Miraflores.

La mejor demostración de lo que ha sido el reino de la mentira y el ocultamiento es el caso de la enfermedad que aqueja al Presidente Hugo Chávez. Sabemos que el Jefe de Estado tiene cáncer. Pero nunca se nos
ha dicho en qué parte de su cuerpo lo tiene. No sabemos si es un cáncer de colón, de próstata, de hígado, o del cerebro. El misterio y la mentira no han permitido que el ciudadano común sepa, con exactitud, qué es lo que tiene el primer mandatario nacional.

Cuánta diferencia con las enfermedades que han padecido, por ejemplo, los también mandatarios Fernando Lugo, Luis Ignacio Lula Da Silva, Cristina Fernández de Kirchnner o Juan Manuel Santos, quienes informaron con lujo de detalles a sus conciudadanos, lo que padecían, y se sometieron a intervenciones quirúrgicas en sus propios países (todos menos Lugo) como una manera de demostrar su confianza en los
médicos y especialistas de sus propias naciones.

La revolución ha hecho de la mentira una costumbre.  Mentir forma parte del sentir revolucionario. Si usted no miente, no puede ser revolucionario. Verbigracia, si usted no miente, no puede formar parte de este gobierno, de este proceso, de esta historia. Y si no me creen, pregúntenle a José Vicente Rangel, que en eso de mentir es todo un experto.

Los venezolanos tenemos 8 años esperando que nos digan quién mató a Danilo Anderson. Isaías Rodríguez se ganó todos los cambures del mundo, gracias a su extraordinaria capacidad de mentir. En la Fiscalía aseguran que quien enseñó a Giovany Vásquez de Armas, el testigo  estrella, a decir mentiras, fue precisamente el ex fiscal Rodríguez. Los venezolanos tenemos muchos años esperando que nos digan de dónde
salieron los 800 mil dólares que le fueron enviados a Cristina Fernández de Kirchnner con Guido Antonini Wilson. Ya sabemos que ese dinero era para la campaña electoral, pero todavía no sabemos de cuál de las cajas fuertes que tiene en su oficina el presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez, salieron esos billetes.

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Los venezolanos tenemos mucho tiempo esperando que nos digan quien fue el que autorizó a Francisco Illaramendi a jugar al inversionista con 500 millones de dólares del Fondo de Pensiones de los trabajadores  de  Pdvsa. Sabemos que allí hubo chanchullo, y que Illaramendi terminó preso, pero no sabemos quién más estaba detrás del negocio.

Los venezolanos tenemos muchos meses esperando el informe final que nos diga qué fue lo que pasó con la explosión en la fábrica de CAVIM en Maracay. Todavía esperamos el informe definitivo que nos diga si
esa explosión la causó una iguana, una ardilla, un topo, un cachicamo, un rabipelado, o una rata.

Todavía estamos esperando que nos digan con exactitud cuáles fueron las causas que produjeron la explosión en Amuay. El Presidente se empeñó en hacernos creer que la explosión fue producto de la casualidad. Los habitantes de la zona juraron que desde hacía 8 días había una fuga de gas, pero el Jefe de Estado rechazó esa versión. Por cierto: los responsables de la explosión todavía están en sus cargos. Todavía estamos esperando que nos digan para que se usaron las 10 toneladas de oro que fueron sacadas y vendidas de la bóveda del Banco Central de Venezuela. El gobierno repatrió más de 250 toneladas de oro que estaban depositadas en bancos extranjeros. La versión oficial decía que la idea era regresar el oro al país como un gesto de soberanía nacional. Pocos días después nos enteramos que en realidad lo que se buscaba era otra cosa: lo que querían era empezar a vender el oro para obtener divisas porque el presupuesto nacional no les alcanza para tantos gastos.

Está comprobado:  estamos en el reino mentira. Pero la mentira es coja y siempre la verdad la alcanza. Más temprano que tarde encontraremos el reino de la verdad.

Por  Gustavo Azocar Alcalá

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