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Es muy difícil seguir ese consejo de predicar con el ejemplo cuando nosotros mismos estamos hoy en día más conectados que nunca a las nuevas tecnologías. Vivimos constantemente comunicados con aquellos que nos rodean gracias a los SMS, el correo electrónico y aplicaciones como el Whatsapp. Y en medio de todo este caos, les prohibimos a nuestros hijos utilizar el teléfono porque “aún son demasiado pequeños”.
Según Arturo Canalda, el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, los niños no deben comenzar a utilizar un teléfono móvil hasta haber cumplido 13 años de edad. Esta edad es un dato orientativo que se debe cotejar con una premisa clara: el inicio de la independencia del adolescente.
El teléfono móvil se comienza a utilizar como elemento de seguridad con el que el niño, en caso de peligro, pueda llamar a sus padres o a los servicios de emergencia. Por tanto, tiene sentido que los niños comiencen a disponer de esta herramienta cuando sustituyan el hábito de salir con su familia por el de quedar con los amigos.
Hasta aquí está claro que el teléfono ofrece una ventaja esencial en cuanto a la tranquilidad de los padres y la seguridad de los niños. Sin embargo… ¿En cuántas de las situaciones en las que el niño utiliza el teléfono a diario lo necesita realmente? ¿Corre peligro cuando va hacia el colegio? ¿Y en casa, por qué permitirle usarlo sin supervisión?
A través de estas sencillas preguntas llegamos a la clave de la cuestión: la adicción. En este caso sí que resulta obligatorio encontrar un punto medio entre la necesidad y el ocio. No es inadecuado que el niño utilice el teléfono en su casa para organizar una quedada con sus amigos, pero hemos de controlar en todo momento cuánto tiempo se alarga ese chat y qué tipo de usos hace nuestro hijo de su móvil.
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A este respecto, es necesario hablar de la conexión a Internet. Un niño de 13 años difícilmente necesitará recurrir a una consulta en Internet desde su teléfono, pues en caso de que tuviera que hacerla contará con ese servicio en casa o en una biblioteca. Por tanto, regalarle un Smartphone significará exponerlo a una serie de riesgos y peligros que pueden perjudicarle mucho más de lo que lo va a beneficiar ese servicio.
Igualmente ocurre con los teléfonos de contrato, donde el gasto es ilimitado y los padres se arriesgan a pagar una factura realmente elevada si el niño hace un mal uso de su teléfono. Los niños tienen que demostrar que están preparados para ejercer con sus obligaciones y responsabilidades antes de obtener una serie de privilegios, de manera que lo más aconsejable con respecto a la contratación es utilizar una tarjeta de prepago que, con el tiempo y el buen uso, podrá evolucionar en una tarifa fija de contrato.
En definitiva, los teléfonos móviles son una excelente herramienta de comunicación que ayudarán a nuestro hijo a sentirse seguro y a relacionarse en sociedad a partir del momento de su independencia. Sin embargo, hemos de ser cautos, dialogar con él y controlar los usos que se realizan de este aparato que tantos problemas puede acarrear en malas manos.