En notas anteriores aprendimos sobre técnicas de respiración provenientes de la práctica del Yoga, que nos ayudan a recuperar la calma, la paz, y la relajación del cuerpo y de la mente. Tales son las técnicas de respiración abdominal, costal y clavicular, y podemos aplicarlas en breves sesiones a lo largo de la jornada, cuando nos sentimos fatigados o ansiosos. Sin embargo, una gran idea es aprender a respirar a lo largo de todo nuestro día, sin una técnica específica sino mejorando el hábito respiratorio habitual.
Respira lento y vive más
Las culturas ancestrales orientales, a lo largo de la historia, han asociado una respiración lenta con una vida más prolongada. Respirar rápidamente acelera nuestro ritmo cardíaco en lo que se denomina "hiperventilación". Es una técnica aplicable en muchos malestares, renovando las energías, pero sólo ha de hacerse durante algunos pocos minutos, quizás segundos. Por otro lado, respirar lentamente estabiliza el ritmo cardíaco, permite una mejor oxigenación y, también, restablece nuestra mente hacia la paz y el equilibrio de la calma.
Debemos controlar nuestra respiración, para hacerla más lenta, profunda y estable, sin variaciones en su ritmo ni alteraciones abruptas. Al principio notarás que debes ir aplicando este control pero en cuestión de pocos días, verás que has convertido a la respiración lenta en tu rutina respiratoria habitual, en un hábito saludable, en una buena elección.
Aprendiendo a respirar
Todos sabemos respirar, claro, pues de otra forma no estaríamos con vida. Ya que sabemos respirar, debemos aprender a hacerlo de la manera más propicia, aprovechando al máximo sus beneficios.
Respira siempre por la nariz, inhalando lentamente (aunque no a ritmo de un caracol, claro), y exhalando regularmente, en calma. Ya que la respiración es un acto reflejo, deberás proponerte realizar esta técnica durante algunos días, hasta convertirla en un hábito que realices sin pensarlo.
Al inhalar, procura llenar tus pulmones. La respiración no debe ser forzada, ni cada vez que inhales debes completar al máximo tu capacidad pulmonar. Pero sí debes aprender a inhalar más aire de lo habitual, ya que esto te ayudará a obtener una mayor y mejor oxigenación a tu flujo sanguíneo.
Al inhalar y completar tu capacidad pulmonar, mantén el aire por uno o dos segundos, o por tres si ya eres un practicante de la técnica. Luego, exhala lentamente, por la nariz. A lo largo del día probablemente no querrás estar pensando en contar los segundos. Pues bien: comienza a interiorizar la técnica inhalando y haciendo un pequeño corte antes de exhalar, sin hacerlo de inmediato. Recuerda: en pocos días esta técnica ya se habrá convertido en un hábito, muy saludable además.
Cada tanto, digamos, una vez por hora, procura respirar enérgicamente, manteniendo el aire por dos segundos en tus pulmones, y libera el aire en una exhalación un tanto más acelerada. Este "suspiro" te ayudará a recuperar el ritmo de tu respiración lenta, renovando al mismo tiempo tus energías.
Cómo comenzar con la técnica
Cuando tengas el tiempo y la calma, intenta este ejercicio:
Siéntate cómodamente, y respira con normalidad. Ya en ritmo, activa tu mente y cuenta los "tiempos" de tu respiración: si puedes contar ocho tiempos (quizás no ocho segundos, pero, digamos: cuatro segundos, en tiempos o en un compas rítmico de 0,5 segundos), entonces estarás respirando adecuadamente y con lentitud. Si cuentas menos de ocho tiempos, estarás respirando aceleradamente, y si cuentas más de ocho tiempos, será una respiración con demasiada lentitud.
Un ritmo de respiración habitual adecuado, con calma y lentitud pero adecuación, es de seis a ocho tiempos. Analiza tu respiración habitual, y modifica tu ritmo respiratorio en función de ello. Cuando aprendas a mantener un compás de 6 tiempos, procura mantenerte allí o bien ir mejorándolo, hasta llegar a 8 tiempos en tus momentos de ocio o de relajación.
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