En estos días estaba leyendo variadas opiniones sobre el tema del Estado Comunal. Una de las aseveraciones era que no se trata de cambiar la estructura político-administrativa de la nación sino más bien de complementarla con más “poder popular”. Adicionalmente se señalaba que el empoderamiento de las comunas vierte mayor eficiencia en la administración de recursos que lleguen directamente al Pueblo. Pero ¿Qué es el poder popular? ¿Qué son las comunas? ¿Cómo afectan al funcionamiento del Estado tal y como lo conocemos? ¿Afectan a las alcaldías y gobernaciones? ¿Qué leyes amparan esta nueva instancia? ¿Es constitucional? ¿Cómo me soluciona mis problemas diarios? Son algunas de las preguntas lógicas que, antes que nada, debería responder el propio gobierno; pero además deberían ser las respuestas que los políticos brinden con sustento en el análisis de las leyes involucradas y su pertinencia respecto a la ley máxima de nuestro país: La Constitución.
Desde el ala del Polo Patriótico se han hecho muchos comentarios retóricos, no menos que del lado de la oposición. ¿Y entonces? Pues finalmente el ciudadano de a pie termina con una opinión sesgada que no tiene utilidad real en el quehacer político cotidiano, haciendo virtualmente el papel de “pendejos”. ¿Y por qué virtualmente? Porque pretenden que el ciudadano común sea el “tonto” de la política, al atender –irrestrictamente- a la opinión de los “opinadores profesionales” que versan de lado y lado para sacarle “el coco” a la política y “liderar” la posición de cada lado. No hay salvadores señores. Cada ciudadano debe ser real partícipe de la política en la formación de criterio producto de la información exigible a aquéllos que, dicen, dedican su vida a la política.
¿Por qué usar una palabra como pendejo? Más allá de que el Sr. Presidente haya usado este calificativo en tiempos pasados; la uso con toda la acepción de la RAE. Específicamente cuando se señala: “2. m. coloq. Hombre cobarde y pusilánime. 3. m. coloq. Hombre tonto, estúpido.” Y es que la segunda acepción es lo que se espera del Pueblo; la primera va para con los cuasi-políticos.
¿Pero es que usted está diciendo que las Comunas son buenas? No. No digo eso. Y no lo digo porque crea que todo lo que viene del lado del oficialismo sea malo o bueno; sino porque este particular es deficiente, torcido, falaz y engañoso. Deficiente porque no corrige las ineficiencias burocráticas, administrativas y prácticas de la atención a los problemas locales. Torcido porque no se corresponden los enunciados de las leyes que atañen a la Comunas con el modelo sustitutivo –o complementario- propuesto para dar “mayor poder al Pueblo”; falaz porque en efecto no suma poder sino que resta a la localidad al subyugarlo al poder central pese a decir que es mayor poder; y engañoso porque, lleno de adjetivos “pro-popular”, adversa un modelo de transformación social volviendo la transformación burocrática, operativa y no sustantiva. Es una zanahoria puesta para que el burro ande…
En fin; revise las siete leyes relacionadas con las Comunas: Ley de Planificación Pública y Popular, Ley Poder Popular, Ley Contraloría, Ley Comunas, Ley Economía Comunal, Ley Consejo Federal y Ley Contraloría Social. Luego coteje lo que se señala en éstas versus lo que hablan los pendejos.
De todos modos, estaré publicando el análisis del entramado en los próximos días para que usted tenga una opinión formada al respecto; para que sea auténticamente libre de decidir. Y recuerde, no se deje manipular por pendejadas de cualquier lado, busque ser parte de los que creen y actúan con poder por, para, desde y con el Pueblo. Esto significa: información y criterio que empoderan.
Por Nancy Arellano / @nancyarellano