«20 días en Panamá y así va la cosa», por @MarijoEscribe

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carnet twittorienteHay millones de cosas que pasan por la mente de cualquier persona que decide irse de su país a probar suerte en otro. Vamos a estar claros, una cosa es que la empresa para la que trabajas te envíe con un puesto asignado, sueldo convenido y, probablemente, residencia temporal; y otra muy distinta es agarrar tus cachachás, meter la vida en tres maletas y enfrentarte preguntas existenciales como ¿de qué voy a vivir?, ¿con qué voy a comer?, ¿qué haré mi si me enfermo?, ¿será bueno el ron de allá?

Generalmente pensamos que emigrar es lanzarse a un vacío donde vamos a estar más solos que Sandra Bullock en Gravity. Nos aterroriza pensar que, sin nadie que nos reciba, nos guíe, nos de sustento económico por unos meses y nos ofrezca un té caliente cuando nos agarre la primera gripe; el riesgo no vale la pena y es preferible quedarse en Venezuela haciendo colas para comprar comida, viendo noticias de fantasía en la televisión y rallando panelas de jabón azul para poder lavar los platos.

Debo confesar que mi primer temor (paranoia criolla de por medio) era ¿qué iba a hacer si me tocaba defenderme sola en medio de una situación en la que estuviera en riesgo mi seguridad personal o mi salud? Constantemente me dibujaba el peor escenario, imaginando una estrategia hipotética que casi nunca terminaba bien.

Pensaba recurrentemente en Robinson Crusoe y en aquella fiebre delirante a la que sobrevivió después de rezar y rezar. Pero luego me bastaba voltear la mirada hacia mi esposo para respirar aliviada, sintiendo que todo saldría bien. No porque estuviera decidida a poner la responsabilidad de nuestro futuro sobre sus hombros, sino porque así como el personaje de Daniel Defoe tenía a Viernes, y hasta Tom Hanks tenía a Wilson, bueno, yo tengo con él un proyecto de familia por el que vale la pena luchar, crecer, reaprender y motivarse cada día.

Así que aquí estoy, en el Istmo de Panamá, y esto es parte de lo que he vivido en mis primeros 20 días como “inmigrante”.

01.- El calor es muy fuerte. En Panamá se registran altísimas temperaturas y una altísima humedad. Olvídense de secados, maquillaje, chaquetas y bufandas; al menos durante los primeros meses mientras el cuerpo se adapta al nuevo entorno. Yo aún no lo he logrado, pero cada día lo llevo un poco mejor. Durante la temporada de lluvias es imperativo llevar siempre un paraguas en la cartera, pues el chaparrón cae muy fuerte y sin mucho aviso.

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02.- Cada centavo cuenta. Esto es literal. Los precios de los productos y servicios en Panamá no se redondean. Una soda (refresco) puede costar, por ejemplo, 2.3 balboas (o dólares americanos porque son equivalentes) y no aplica eso de pagar solo 2 “porque no tengo más sencillo” ni que el cajero te diga “le debo dos centavos”, o que te dé un caramelo como parte del vuelto. Aquí la gran mayoría de las personas sienten respeto genuino por el dinero y por el valor de las cosas. Yo todavía me vuelvo un ocho con las monedas, pero como ya tengo varias en un cochinito seguro tendré tiempo de aprender y, en el peor de los casos, probablemente la necesidad me obligue a diseñar una infografía interactiva o alguna chuleta digital que me ayude a no seguir pasando vergüenzas innecesarias con los vendedores de frutas o el chino de la esquina.

03.- Todo “se hace por escrito”: Esa mala costumbre que tenemos los venezolanos de sellar acuerdos comerciales con un apretón de manos no funciona aquí en Panamá. Aquí todo se hace de manera formal, con las consideraciones legales de rigor. Esta particularidad no solo le da “un aire de elegancia” a las cosas, sino que resulta bastante útil en los casos de amnesia selectiva.

04.- La variedad de productos es abrumadora. Obviamente los venezolanos sufrimos del “síndrome del supermercado” más que cualquier otra persona procedente de un país normal; pero la cantidad de versiones es tan impresionante que si quieres comprar jugo de naranja, por ejemplo, puedes escoger entre: natural, a partir de concentrado, con azúcar morena, con azúcar blanca, con edulcorante, con pulpa, con poca pulpa, sin pulpa, con vitaminas, con probióticos, con soya, con extra fibra, de larga duración, de un cuarto de litro, de medio litro, de litro y medio, en botella de vidrio, en botella plástica, de cajita, etc.

Para seguir leyendo el post “20 días en Panamá y así va la cosa”, los invitamos a continuar en el blog de María José Flores MarijoEscribe.es

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